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jueves, 12 de abril de 2018

Argentina en 1910

Argentina en 1910


El magnífico Teatro Colón estuvo listo en 1908. Su inauguración se hizo coincidir con las fiestas mayas de ese año, anticipando las celebraciones centenarias con un coliseo digno de la capital que ya frecuentaban artistas célebres, como el tenor napolitano Enrico Caruzo (1873-1921), quien visitaba estas latitudes (Argentina) desde 1899.

La flamante Avenida de Mayo, moderna arteria que une el Congreso con la Casa de Gobierno, fue engalanada para los desfiles oficiales en donde se podían apreciar imponentes carruajes tirados por caballos, o algún raro automóvil pionero. Nadie en la capital quería perderse estos espectáculos públicos, y la frase “alquilo balcón” se puede leer en más de un aviso en distintos diarios porteños de aquellos días.Como no podía ser de otra manera en el Granero del Mundo, la Sociedad rural organizó una Exposición internacional de Ganadería que se inauguró dos días después del aniversario mayo.

Otras exposiciones del año fueron la Ferroviaria (los trenes estaban en su apogeo), la Industrial y la de Bellas Artes.

También abrió sus puertas este año la Escuela Aérea Argentina, el 27 de julio.

En cuanto a las provincias, la Nación puso en marcha en agosto un plan de obras para llevar agua potable a aquellas que desearan participar en el proyecto.

La Casa Rosada - el palacio presidencial. Foto de Elena

Roque Sáenz Peña


El 13 de marzo 1910 hubo elecciones presidenciales y resultó designado Roque Sáenz Peña (1851-1914). Estas votaciones se llevaron a cabo por medio de un sistema de electores sujeto a todo tipo de presiones, fraudes y negocios.

Sáenz Peña, un abogado y diplomático de prestigio internacional, batalló para lograr la Ley de Sufragio Universal, promulgada al fin el 13 de febrero de 1912. Pero él no vivió para verla en marcha con la elección de un sucesor: Sáenz Peña murió el 13 de febrero de 1914, y fue re-emplazado por su vicepresidente Victorino de la Plaza (1840-1919). También, por unos meses, se perdió la posibilidad de ser el gran anfitrión del Centenario, porque Sáenz Peña asumió la presidencia de la Nación el 12 de octubre de 1910. Los honores de la celebración del 25 de mayo le compitieron al todavía titular, José Figueroa Alcorta (1860-1931). Por su parte, este Presidente de transición (había re-emplazado al también fallecido en ejercicio Manuel Quintana, en 1906), es hoy más recordado por una tradición curiosa, luego devenida ley (20.843). Se trata de aquella que beneficia con el padrinazgo presidencial al séptimo hijo de un matrimonio nativo. 

Curiosamente, la primera familia que accedió a este honro fue una de campesinos rusos radicados en Coronel Pringles (provincia de Buenos Aires), en 1907, apellidada Brost. La Argentina del Centenario era asimismo el país adoptivo de millares de inmigrantes. 

¿Quiénes fueron las visitas más distinguidas?


Los festejos incluyeron la invitación de gobernantes ilustres de países limítrofes, europeos y algunos más remotos y exóticos para la época, como Rusia y Japón. En vez del temido cometa Halley, el 18 de mayo llegó la Infanta, así llamada a secas hasta hoy. Pero no del cielo, sino del mar. Doña Isabel de Borbón, tía del rey de España don Alfonso XIIII, desembarcó en Buenos Aires con gran boato. Se dice que en su paso por el país gastó sólo en propinas y obsequios más de 20 mil pesos (una revista, como Cartas y Caretas, por ejemplo, costaba 0,20 centavos). 

Sin tanto oropel, pero con mayores créditos intelectuales llegaron los escritores españoles don Ramón del Valle-Inclán (1866-1936), dramaturgo y excéntrico, y Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), autor de Sangre y arena, llevada al cine por Hollywood en dos ocasiones. Este último quedó tan entusiasmado por la Argentina que fundó colonias agrícolas en las provincias del Neuquén y de Corrientes. Georges Clemenceau (1841-1929), uno de los políticos más importantes de la época, no sólo visitó el país, sino que al año siguiente, de vuelta en París, publicó una serie de artículos sobre la Argentina en la prestigiosa revista L’Illustration. En ellos contó sus impresiones sobre paseos por El Tigre, en el Delta bonaerense, por Rosario o Tucumán, cuyas vecinas le provocaron esa confesión: “algunas de sus mujeres son de una rara belleza”

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