El último apagón
El
21 de julio de 1963, a las 19.45, un inesperado corte de luz dejó en
tinieblas a las dos terceras partes de la Capital Federal, provocó la
interrupción de las emisiones de radio y TV y la suspensión de las
funciones teatrales y cinematográficas. Los servicios fundamentales para
la vida de la ciudad fueron profundamente alterados: la existencia de
muchas personas corrió serio peligro al quedarse sin luz los quirófanos
de varios hospitales, sin corriente eléctrica las incubadoras de la
maternidades y los pulmotores ocupados por enfermos con difcultades
respiratorias.
Al
explicar las causas del accidente – exceso de presión de gas en el
turbo-generador N8 de la superusina de Puerto Nuevo -, el vicepresidente
de SEGBA, ingeniero Luis M. Gotelli, expresó que el inconveniente no
volvería a repetirse y que la era de la baja tensión concluiría
definitivamente a principios del año próximo, cuando entrasen en
funcionamiento los cinco turbogeneradores de la Central Costanera, los
cuales permitirán producir los 1.475.000 kilovatios-hora que requiere
Buenos Aires.
Las
obras para la instalación de esta moderna usina demandaron grandes
esfuerzos : fue necesario rellenar 22 hectáreas, en su mayor parte
ganadas al río, en la desembocadura del Riachuelo. En el interior de uno
de los edificios – 169 metros de largo, 45 de ancho y 44 de alto –
cinco calderas, que podrán ser alimentadas con cabrón, fuel-oil o gas,
quemarán, para producir 600.000 kilovatios-hora, tantas calorías como
las que consume de gas Buenos Aires. En otra construcción de dimensiones
similares se halla la sala de máquinas, por debajo de la cual circulará
un río artificial: 100 millones de litros de agua por hora, bombeados a
través de los condensadores. Allí están instalados tres de los cinco
turbogeneradores de 120.000 kilovatios cada uno, y actualmente se
procede al montaje de otros dos que empezarán a funcionar según se
estima en los primeros meses de 1964.
Central termoelectrica de SEGBA. Foto de Elena |
Hace
34 años – el 5 de julio de 1929 -, los dos primeros turbogeneradores de
la superusina de Puerto Nuevo, con una potencia de 52.500 kilovatios
cada uno, iniciaron el suministro de energía a una ciudad que tenía
solamente un millón y medio de habitantes. Dos décadas después, con el
aporte de cuatro nuevas unidades, la poetncia de dicha usina se elevó a
315.000 kilovatios. Desde entonces, la provisión de energía eléctrica a
Buenos-Aires, que entretanto cuadruplicaba su población, se efectuó año
tras año con crecientes dificultades. Dentro de algunos meses el
funcionamiento de los turbogeneradores de la Central Costanera – uno de
ellos, de 194.000 kilovatios, es el más potente de América latina –
pondrá fin al problema de la baja tensión, y las promesas del ingeniero
Gotelli serán confirmadas por los transeúntes nocturnos.
Toda
esta energía se halla vigilada por controles provistos de aparatos
reguladores automáticos. Cinco hombres – ingenieros y técnicos – montan
guardia permanente ante un tablero que da la señal de alarma y permite
ubicar con exactitud, y en pocos segundos, el lugar en que se produce
cualquier accidente. La potencia de las dos grandes centrales, sumada a
los 160.000 kilovatios que produce la usina de Dock Sur – recuperada del
incendio de agosto del año pasado – y a los 56.000 kilovatios de otras
centrales menores, podrá satisfacer las necesidades de una población de 6
millones de habitantes, cuyo consumo anual es de 13 millones de
kilovatios.
Como
primer paso, las restricciones de consumo de energía eléctrica a la
industria fueron levantadas. Cuando este plan energético se cumpla en su
totalidad. Buenos habrá recuperado una de las características
exteriores más importantes que distinguen a las grandes ciudades del
mundo: su iluminación. Y el corte de luz des 21 de julio de 1963 pasará a
la historia porteña como “el último apagón”.
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