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martes, 17 de abril de 2018

El último apagón

El último apagón


El 21 de julio de 1963, a las 19.45, un inesperado corte de luz dejó en tinieblas a las dos terceras partes de la Capital Federal, provocó la interrupción de las emisiones de radio y TV y la suspensión de las funciones teatrales y cinematográficas. Los servicios fundamentales para la vida de la ciudad fueron profundamente alterados: la existencia de muchas personas corrió serio peligro al quedarse sin luz los quirófanos de varios hospitales, sin corriente eléctrica las incubadoras de la maternidades y los pulmotores ocupados por enfermos con difcultades respiratorias.

Al explicar las causas del accidente – exceso de presión de gas en el turbo-generador N8 de la superusina de Puerto Nuevo -, el vicepresidente de SEGBA, ingeniero Luis M. Gotelli, expresó que el inconveniente no volvería a repetirse y que la era de la baja tensión concluiría definitivamente a principios del año próximo, cuando entrasen en funcionamiento los cinco turbogeneradores de la Central Costanera, los cuales permitirán producir los 1.475.000 kilovatios-hora que requiere Buenos Aires.

Las obras para la instalación de esta moderna usina demandaron grandes esfuerzos : fue necesario rellenar 22 hectáreas, en su mayor parte ganadas al río, en la desembocadura del Riachuelo. En el interior de uno de los edificios – 169 metros de largo, 45 de ancho y 44 de alto – cinco calderas, que podrán ser alimentadas con cabrón, fuel-oil o gas, quemarán, para producir 600.000 kilovatios-hora, tantas calorías como las que consume de gas Buenos Aires. En otra construcción de dimensiones similares se halla la sala de máquinas, por debajo de la cual circulará un río artificial: 100 millones de litros de agua por hora, bombeados a través de los condensadores. Allí están instalados tres de los cinco turbogeneradores de 120.000 kilovatios cada uno, y actualmente se procede al montaje de otros dos que empezarán a funcionar según se estima en los primeros meses de 1964.

Central termoelectrica de SEGBA. Foto de Elena

 Hace 34 años – el 5 de julio de 1929 -, los dos primeros turbogeneradores de la superusina de Puerto Nuevo, con una potencia de 52.500 kilovatios cada uno, iniciaron el suministro de energía a una ciudad que tenía solamente un millón y medio de habitantes. Dos décadas después, con el aporte de cuatro nuevas unidades, la poetncia de dicha usina se elevó a 315.000 kilovatios. Desde entonces, la provisión de energía eléctrica a Buenos-Aires, que entretanto cuadruplicaba su población, se efectuó año tras año con crecientes dificultades. Dentro de algunos meses el funcionamiento de los turbogeneradores de la Central Costanera – uno de ellos, de 194.000 kilovatios, es el más potente de América latina – pondrá fin al problema de la baja tensión, y las promesas del ingeniero Gotelli serán confirmadas por los transeúntes nocturnos.

Toda esta energía se halla vigilada por controles provistos de aparatos reguladores automáticos. Cinco hombres – ingenieros y técnicos – montan guardia permanente ante un tablero que da la señal de alarma y permite ubicar con exactitud, y en pocos segundos, el lugar en que se produce cualquier accidente. La potencia de las dos grandes centrales, sumada a los 160.000 kilovatios que produce la usina de Dock Sur – recuperada del incendio de agosto del año pasado – y a los 56.000 kilovatios de otras centrales menores, podrá satisfacer las necesidades de una población de 6 millones de habitantes, cuyo consumo anual es de 13 millones de kilovatios.

Como primer paso, las restricciones de consumo de energía eléctrica a la industria fueron levantadas. Cuando este plan energético se cumpla en su totalidad. Buenos habrá recuperado una de las características exteriores más importantes que distinguen a las grandes ciudades del mundo: su iluminación. Y el corte de luz des 21 de julio de 1963 pasará a la historia porteña como “el último apagón”.

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