Agunos episodios de la historia de la Argentina
¿Quién fue el granadero cobarde?
En
el regimiento que formaba San Martin existía una nómina de “delitos por
los cuales deben ser arrojados los oficiales”. Desde el comienzo, se
dejaba en claro la línea: bastaba tan sólo con agachar la cabeza en
acción de guerra para ser declarado cobarde. Tal fue la suerte del
capitán Pedro Zoilo de Vergara. El 30 de octubre de 1812, durante un
adiestramiento, el Libertador le pidió al jefe de una de las cuatro
compañías de granaderos que se lanzara como un kamikaze hacia adelante, y
así contagiar a la tropa, en vez de sujetar las riendas del corcel. San
Martin le reprendió: Capitán Vergara, meta espuelas. Vergara explicó
que no era él quien se frenaba, sino su caballo. “Si no sirve para esto,
pida su retiro”, gritó Don José, sin reparar en excusas.
El
general de San Martin le concedió de inmediato el pedido de baja del
cuerpo. Lo re-emplazó el veterano Domingo Albariño, aunque en el combate
de San Lorenzo, terminaron dirigiendo las dos columnas el menos
experimentado de los capitanes, Justo Bermúdez, y el mayor de los
granaderos, José de San Martín. Ambos echaron espuelas y fueron
derribados y heridos en aquel glorioso bautismo de fuego.
¿Cuándo bombardearon Buenos Aires?
La
noche del 15 de julio de 1811, las naves realistas llegaron desde
Montevideo dispuestas al ataque. Eran cinco buques, más algunas naves
auxiliares al mando del capitán Juan Ángel Michelena, un criollo ávido
de reivindicar el poder español. Pero esa noche no se lució demasiado; a
pesar de la cantidad de bombas, hubo apenas un par de porteños
lastimados por la curiosidad de arrimarse a la orilla.
Michelena
amenazó a la Junta con un inminente ataque cruento, si no abandonaban
el sitio a Montevideo. Saavedra no se atemorizó ni un poco. Las
donaciones llegaron y se pudo armar una modesta fuerza naval de cuatro
pequeños barcos para recibir a Michelena, quien regresó el 19 de agosto
de 1812. Pero el ataque fue inofensivo. La marina española no lograba
dar en el blanco y el público (mujeres incluidas), desde la orilla, se
deshacía en bromas.
En
la Gaceta se llegó a escribir que un falucho y una cañonera “se
retiraron a acompañar y seguir el fuego de la nave capitana contra los
suburbios y los pejerreyes del río” y que “el fuego fue incesante y
sostenido por cinco horas contra los pacíficos animales”.
Un edificio - obra del arte, en Buenos Aires, Argentina. Foto de Elena |
¿De quién era la jabonería de Vieytes?
Era
de Nicolás Rodriguez Peña Vieytes sólo cumplía la función de
administrador, ya que era un hombre capacitado para llevar adelante el
negocio, pero sin recursos económicos. La “jabonería de Vieytes”,
entonces, era, en realidad, la “jabonería de Rodríguez Peña”, y pasó a
la historia por tratarse de lugar donde se reunieron los revolucionarios
que organizaron las jornadas de Mayo. Uno de los tantos sitios que
albergaron a los complotados, puesto que las reuniones también se
llevaron a cabo en casas particulares.
El costo de la Revolución de mayo
Flete
de doce carretillas que condujeron a las Salas Capitulares los esaños
de las Iglesias de la Catedral, Santo Domingo, San Francisco y La
Merced, y otro igual número de viajes para volverlos a llevar a sus
respectivos destinos (24 viajes en total) = 12 pesos.
Velas
para los faroles con que se iluminaron los corredores, escaleras y
demás habitaciones de las Casas Capitulares el 22 de mayo = 1 peso.
Diez
botellas de vino generoso, seis botellas de vino de Málaga, dos pesos
de chocolate y trece libras de bizcocho = 21 pesos y 6 reales.
Cera consumida en las Salas Capitulares = 9 pesos.
Obleas para fijar los carteles y bandos publicados por este Excelentísimo Cabildo = 1 peso.
Tres
relokes de primera, mandados comprar por el Excelentísimo Cabildo para
obsequiar con ellos al capitán, teniente y alférez, de la Compañia de
Batallón #3 qui hizo la primera guardia de honor a la Primera Junta =
206 pesos y tres cuartillos de real.
Dinero para gratificar la tropa de dicha compañia = 101 pesos.
Pago al fondero Andrés Berdial por las comidas que dio a los capitulares en los días 23 y 25 = 73 pesos y 6 reales.
Criados que sirvieron con los coches y tareas de cadetería = 18 pesos y 4 reales.
Gratificación
a los cincuenta hombres de la partida celadora por el servicio de
repartir esquelas y fijars carteles = 51 pesos y 6 reales.
Iluminación de la galería del Cabildo las noches de 23, 24 y 25 = 28 pesos y 6 reales.
“Según
queda demostrado – termina el documento, – esta cuenta asciende a la
cantidad de quinientos veintún pesos, cinco y tres cuartillos reales.
Buenos Aires, mayo 29 de 1810”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario