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lunes, 9 de abril de 2018

Argentina: Mujeres de mayo y otras historias

Argentina: Mujeres de mayo y otras historias

  ¿Quién fue la Amazona de la Libertad? (mujeres de mayo)

Así se la conoce a Juana Azurduy, protagonista de la más conmovedora y triste historia de todas las mujeres de la Independencia. Nació en 1780 y aún era muy pequeña cuando perdió a sus padres. De familia acaudalada, fue enviada por su tía a uno de los conventos más importantes de Potosí. Sin embargo, la expulsaron el mismo día que la descubrieron leyendo la vida de Sor Juana Inés de la Cruz.

Propietaria de campos heredados de su padre, en 1805, se casó con su vecino, el hacendado Manuel Padilla, y compartieron sus ideales independistas. Ayudaron con ganado y caballos a los hombres que había enviado la Junta revolucionaria, lo que les valió que los realistas, después de la derrota de Huaqui, confiscaran sus propiedades. Juana, con sus cuatro hijos pequeños a cuestas, luchó como el más duro guerrero.

Participó en la batalla de las Pampas de Avohúma, en la guerra de las Republiquetas, periodo en el que intervino en, por lo menos, 15 combates. Los indios la adoraban, y las mujeres, siguiendo su ejemplo, se sumaban a la lucha. Astuta como pocas, organizó una emboscada para rescatar a su marido de los realistas. Incluso, sus enemigos habían puesto precio a sus cabezas: diez mil pesos. Mientras tanto, sus hijos iban muriendo de paludismo. Luchó embarazada de su quinta hija hasta pocas horas ante de dar a luz. Fue nombrada teniente coronel después de haber matado a un oficial.

En 1816, ejecutaron a su marido y colgaron su cabeza en la plaza del poblado llamado La Laguna. Aun en condición de fugitiva, no se detuvo hasta conseguir retirar la cabeza de Padilla de ese sitio. Se unió a las fuerzas de Güemes por un lustro. Después, el silencio. Juana Azurduy vivió los 37 últimos años olvidada y en la miseria hasta ser enterrada en 1862, sin honores, en una fosa común.

¿Qué batalla tuvo como coincidencia el cruce de una manga de langostas?


La batalla de Tucumán, ocurrida el 24 de septiembre de 1812, ha sido uno de los acontecimientos más importantes y originales que definieron la Independencia. Los sucesos tuvieron más de un tinte novelesco desde antes de iniciarse la acción. Por empezar, el primer cañonazo de los patriotas asustó al caballo del General Belgrano y lo arrojó de la montura. El humo y la polvareda que levantaban los caballos no permitían ver más allá de un metro.

Una manga de langostas que, cual balas, chocaban contra el cuero de los hombres de ambos bandos terminó de componer el cuadro. Por otro lado, los realistas atacaron avanzando hacia el Norte y los patriotas, de cara al Sur. Es decir que, en caso de retirada, debían huir en dirección al enemigo, o bien hacia atrás y dando un gran rodeo hasta alcanzar la retaguardia. Para colmo, todos usaban uniformes similares. Así, Julián Paz, oficial del ejército de Belgrano, fue tomado prisionero por sus camaradas.

Y su hermano José María se disparó con un soldado que, al preguntar a qué bando pertenecía, respondió “al nuestro”, sumando así más confusión. Ninguna de las balas que ambos dispararon, salieron. Pero llegó el capitán Apolinario Saravia, que al ver el episodio degolló, por las dudas, al potencial enemigo. Sólo después de que estuvo muerto pudieron revisarlo y comprobar, tal vez por los papeles que llevaba encima, que pertenecía a los realistas. El final lo supieron bastante después. Terminada la lucha, nadie sabía con certeza que habían ganado los patriotas.

Monumento a los descubridores en el parque Lezama de Buenos Aires. Foto - Elena

¿Cuál fue el primer combate naval?


Se llevó a cabo el 2 de marzo de 1811 en aguas del Paraná, frente a la ciudad de San Nicolás. Al mediodía, comenzó el terrible bombardeo de la fuerza naval española al mando de Jacinto de Romarate. El comandante patriota Juan Bautista Azopardo intentó sostener su hidalguía durante dos horas. Hasta que no pudo más. Con gran parte del cuerpo quemado y bañado en sangre, apuntó a la santabárbara (donde se guarda la pólvora) para hacer volar el barco y no caer en manos enemigas. No lo logró. Acusado de insurgente, lo enviaron con grilletes a Cádiz.

Por su no alcanzaban los cargos de los realistas, la Junta Grande también lo imputó por mal desempeño. Su encarcelamiento lo privó de participar en los siguientes diez años cargados de gloria de la historia argentina, período en el que padeció tormentos inhumanos en tres presidios de España. Sin embargo, una “Sandalia” lo mantuvo en pie. La familia Pérez Rico solía ir al presidio a visitar a un amigo. Entre ellos estaba María Sandalia, con quien se casó, tuvo un hijo, Luis Antoni María de los Ángeles, y volvió a Buenos Aires. El pequeño Luis Antonio llegó a ser un tenaz soldado del regimiento de Patricios. 

¿Cuándo se usó gas lacrimógeno en la guerra de la independencia? 


La heroica Juana Azurduy tiene, entre sus anécdotas más recordadas, aquella en la que supo combinar de manera perfecta su inteligencia y coraje. El 4 de marzo de 1814, después de vencer a los realistas en la localidad de Tarvita, un grupo de derrotados corrió a refugiarse en el caso de una estancia lo suficientemente bien provista como para atrincherarse. Había que sacarlos cuanto antes de allí, ya que no tardarían en llegar refuerzos enemigos y entonces sí que la situación se pondría difícil. Utilizando lo que habían aprendido de los indios, Juana y su esposo, primero, llenaron bolsas con varios kilos de ajíes.

Después, armaron una estrategia: su marido dirigió un grupo comando que trepó a los techos de la casa, mientras Azurduy, con su batallón mixto, los cubrían desde abajo. Padilla hizo un boquete en el techo, prendió fuego a las bolsas de ajíes y las tiró dentro del refugio. El gas lacrimógeno casero logró su efecto. Los realistas abandonaron la estancia lagrimeando y se rindieron. 

¿Qué derrota fue por culpa de una corneta? 


La peor derrota de Belgrano ocurrió el 1ero de noviembre de 1813 en la Pampa de Vicapugio. Penosa y también confusa, si se tiene en cuenta que la batalla estaba ganada, pero se dio vuelta por culpa de una corneta. Los realistas formaron tres columnas. Dos ya habían sido anuladas. El general Joaquín de la Pezuela supo que todo estaba perdido. Hasta que un clarín llamó a reunión. Los que ganaban pegaron media vuelta, para desesperación de Belgrano y ventaja de los realistas, que aprovecharon para reorganizarse. Una batalla que iba a resolverse en una hora terminó durando tres. El clarín y la altura les habían arrebatado la victoria y la moral. Seis semanas después, los patriotas caerían en Ayohúma. 

¿Quién desobedeció a San Martin en Chacabuco e hizo peligrar la victoria?


Para la batalla de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, San Martín dispuso a su ejército en dos grandes columnas comandadas por los brigadieres Bernardo O’Higgins y Miguel Soler, respectivamente. El plan era que el primero se situara frente a los realistas, a corta distancia, y que cargara cuando recibiera la señal de la vanguardia de los hombres de Soler, quien en minutos irrumpiría desde las montañas en el campo para golpear al enemigo en su flanco. Pero O’Higgins perdió la paciencia y no esperó la señal que anunciaba que la otra columna estaba lista. Atacó más allá de lo establecido. Soler, por su parte, estaba retrasado por una quebrada que no podía atravesar. 

Desde lejos, San Martín observaba cómo su estrategía se debilitaba. De inmediato, alistó a la reserva para que cargara, dirigida por él mismo de manera envolvente. El tiempo apremiaba y se percebía el desequilibro de fuerzas y el desorden que mostraba la tropa del militar chileno. Finalmente, asomó la columna de Soler en las laderas y San Martín ordenó a la reserva que aguardara. La llegada de la fuerza auxiliar resolvió la batalla. Chacabuco fue victoria y abrió el camino hacia la libertad de Chile, pero casi se pierde

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