Argentina: Notas históricas
¿Qué deporte empezaba a popularizarse?
Hoy
puede parecer increíble, pero el fútbol, entonces, no era un juego
masivo en 1910. Por empezar, su nombre todavía se escribía y pronunciaba
de acuerdo con su origen británico: football.
De
hecho, fue importado de aquellas islas. Uno de sus ilustres
precursores, el escocés Alexander Watson Hutton (1853-1936), educador
radicado en Buenos Aires, en 1893, fundó la Liga del Football Argentina.
Este deporte empezó como un juego de elite. El nuevo siglo también dio a
luz los primeros grandes clubes. El cuadro nacido con el Centenario, en
1910, es el Club Atlético Vélez Sársfield, hoy Vélez a secas o El
Fortín.
Los problemas sociales
En
1909, una bomba anarquista había matado al jefe de la policía, coronel
Ramón Falcón. En cuanto a los paros, en 1907, había estallado en Buenos
Aires la llamada “huelga de inquilinos”, que dejó como saldo un muerto y
numerosos heridos. No todos eran palacios en la Belle Époque; los
conventillos, o viviendas compartidas, son otra marca de la época, así
como el trabajo no regulado. Las grandes olas inmigratorias se
integraron como mejor pudieron a un país que también crecía como podía.
¿Qué música se escuchaba y se bailaba?
En los sectores aristocráticos el vals era el rey de los salones. Si bien esta danza en tres tiempos había estado de moda en la Viena de 1830, en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) gozó de renovada popularidad. Gracias a operetas como La Viuda Alegre, del húngaro Franz Léhar (1870-1948), estrenada en 1905, el vals volvió a ser furor en las grandes ciudades. A nivel estrictamente local, y también popularizado por el teatro, el pericón estaría en boga hasta el Centenario.
Pero la gran novedad sería el tango. De origen mestizo, cruza entre la habanera cubana y en candombe negro, tamizado por músicos criollos o italianos, el tango fue, al principio, marginado por la elite porteña. Pero los ilustres visitantes europeos terminarán por reivindicarlo. En 1913, el tango triunfó en París y entonces fue legitimado en su patria. Entre los tangos de 1910 se destacan Don Juan y La bicicleta, este último de Ángel Villoldo (1860-1919), poeta y músico, el primer gran nombre del tango argentino.
En los sectores aristocráticos el vals era el rey de los salones. Si bien esta danza en tres tiempos había estado de moda en la Viena de 1830, en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) gozó de renovada popularidad. Gracias a operetas como La Viuda Alegre, del húngaro Franz Léhar (1870-1948), estrenada en 1905, el vals volvió a ser furor en las grandes ciudades. A nivel estrictamente local, y también popularizado por el teatro, el pericón estaría en boga hasta el Centenario.
Pero la gran novedad sería el tango. De origen mestizo, cruza entre la habanera cubana y en candombe negro, tamizado por músicos criollos o italianos, el tango fue, al principio, marginado por la elite porteña. Pero los ilustres visitantes europeos terminarán por reivindicarlo. En 1913, el tango triunfó en París y entonces fue legitimado en su patria. Entre los tangos de 1910 se destacan Don Juan y La bicicleta, este último de Ángel Villoldo (1860-1919), poeta y músico, el primer gran nombre del tango argentino.
¿Qué se temía que ocurriera ese mismo año?
Como
ahora, los hombres de 1910 temían la llegada del fin del mundo. En este
caso, se debía a un acontecimiento científico combinado con
superstición: el paso del cometa Halley. Descripto y bautizado por el
inglés Edmond Halley (1656-1742), este cuerpo celeste es el más famoso
de los que se acercan a la Tierra y son visibles a simple vista, cada 76
años (con algún margen de error). Hay registros de sus apariciones tan
temprano como en 625 a.C.
Y
qué aterrador resultaría antaño que cuando se vio en junio de 1456, el
“conde Drácula” (Vlad Tepes, príncipe de Valaquia) lo incluyó en una
moneda acuñada para sus dominios. En 1910, se lo vería en todo su
esplendor el 19 de mayo, es decir, siete días antes de la fiesta. Los
más tremendistas, como el francés Camille Flammarion (1842-1925), mezcla
de astrónomo y ocultista, predecían el evenenamiento de la atmósfera
por los gases emanados de la cola del cometa. Dice la investigadora
Beatriz Seibel sobre aquel día 18 en Buenos Aires: “no hay conventillo
que no albergue en su patio un último baile”. Por supuesto, el Halley
pasó – y volvió a pasar en 1986 – y aquí estamos… (¿por error, quizás?)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario