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jueves, 12 de abril de 2018

Episodios de la historia de la Argentina

Episodios de la historia de la Argentina


¿A qué batalla recuerda el nombre de la porteña calle Florida?


La batalla de La Florida, librada en Santa Cruz, Bolivia, en 1814, en los márgenes del río Piraí, casi termina con la vida del prócer Antonio Álvarez de Arenales. Los bandos estaban al mando de José Joaquín Blanco (realista) y José Manuel Mercado (vanguardia patriota), alias “El Colorado”.

En la madrugada del 25 de mayo de 1814, Blanco atacó a las avanzadas de Mercado, que retrocedieron, tal como habían pensado, para incorporarse a la caballería de Warnes. No sin dificultades, Blanco intentó trasponer el río. Mientras tanto, Arenales ordenaba el contrataque con bayoneta y Warnes se lanzaba a un ataque furioso. Derrotadas las fuerzas de Blanco, retrocedieron hasta el pueblo para ofrecer resistencia. Warnes, que tenía sus asuntos pendientes con Blanco, lo retó al duelo. Montados en sus caballos, lucharon con la virulencia de los tiempos medievales. Blanco cayó muerto. Arenales, por su parte, enfrentó a solas lo quedaba de la caballería realista. Aunque mató con su espada a tres de ellos, fue dado por muerto con catorce heridas de lanza. Su cara despedazada y su cuerpo partido le valieron el apodo de “El Hachado”. Nadie creía que sobreviviría, pero gracias a los cuidados del médico y capellán, fray Justo Sarmiento, logró sobreponerse. Una cruenta batalla había sido ganada y el gobierno de Posadas dispuso que, en su honor, la famosa calle céntrica de la ciudad llevaría el nombre de Florida.

¿Qué ocurría en las fronteras en blancos y aborígenes?


Durante la segunda mitad del siglo XVIII, había vastas regiones de lo que sería la Argentina, que aún permanecían en poder de las poblaciones originarias, fuera de la jurisdicción de los colonizadores. Y las zonas fronterizas desarrollaron particulares formas de vida: aunque en ellas existían tiempos violentos, cuando estos pasaban, y se relajaban las tensiones, se convertían en espacios de interacción comercial entre las distintas culturas. Los fortines, más que lugares de separación, eran con frecuencia los ejes sobre los cuales se generaba el intercambio. Es que el comercio convenía a ambas sociedades y era intenso. La documentación de la época muestra que era habitual que pequeñas partidas de aborígenes llegaran a los poblados blancos a intercambiar sus mercaderías y que los mercaderes lo hicieran en las tolderías. Así, aquellos ofrecían cueros, artículos de talabartería, tejidos, plumas de avestruz y sal, y estos, objetos de hierro, telas livianas, azúcar y aguardiente. Las relaciones entre ambas sociedades adquirieron un carácter más aguerrido y conflictivo a medida que fue creciendo la competencia por las tierras y el ganado, especialmente, a partir de la década de 1820.
Patagones y aucas. Litografía de D’Orbigny y Lasalle.

¿Cómo eran las pulperías?


Eran el lugar de encuentro e intercambio por excelencia, no solamente par los criollos, sino también de indios y esclavos libertos. Además de ser almacenes de ramos generales, esos establecimientos tenían despacho de bebidas, donde los hombres se entretenían jugando a la taba, al sapo y a los naipes. Además, contaban con espacios destinados a las cuadreras, o carreras de caballo, a las riñas de gallos y al juego del pato. Allí, además, funcionaba el cambalache, el decir, el intercambio cotidiano de mercancías entre indios y blancos, del cual el pulpero obtenía no pocos beneficios.
 
Carlos Morel, Payada en una pulperia. Óleo sobre tela, Museo Nacional de Bellas Artes
 

¿Qué eran los saladeros?


Eran establecimientos donde se elaboraba el tasajo o charqui, es decir, trozos de carne secada y conservada con sal, con la que se alimentaban principalmente los esclavos. Esta técnica se utilizaba ya en la colonia, como forma de aprovechar algo más de los animales sacrificados, aunque cuando la sal se importaba de España, no era un proceso rentable. Luego de los episodios de Mayo, cuando ya se podía asegurar el abastecimiento de sal des las Salinas Grandes, las medidas de la Junta fomentaron la exportación de tasajo a las regiones que tenían mayoría de mano de obra esclava. Entonces, los ganaderos encontraron así nuevas posibilidades comerciales e industriales. Allí se instalaban mataderos y saladeros que, paulatinamente, fueron incorporando nuevas técnicas en la faena y el aprovechamiento de los animales. Los principales aportes en este sentido provinieron del químico francés Antonio Cambaceres, que se radicó en Buenos Aires en 1829 Las exportaciones pasaron de 87 mil quintales de tasajo, en 1822, a casi 180 mil, en 1837, y más de 500 mil, a mediados del siglo. La industria fue declinando en función del ocaso del mercado esclavista.

Carlos Enrique Pellegrini, el Saladero, aquarela

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