Fragmentos de la historia de la Argentina
¿Había navegación de vapor en Buenos Aires?
El primer viaje de un barco de vapor por el Río de la Plata lo realizó el Druid en 1825. Zarpó de Buenos Aires a las once de la mañana con unos cuarenta pasajeros, entre los que se contaban autoridades políticas, comerciantes ingleses y parte de la elite porteña, mientras era despedido por una multitud. Tres de los ingleses, qua ya habían navegado en barcos de vapor en Europa, daban ánimo a las señoras. La navegación fue hasta San Isidro y demandó más tiempo de lo calculado, porque hubo viento y corriente en contra. Por estos motivos, luego de anclar por pocas horas, se emprendió el regreso para llegar al puerto de Buenos Aires a las nueve de la noche. Según la crónica aparecida en el Argos de Buenos Aires, el éxito de este primer viaje fue total. El precio del pasaje de ida y vuelta fue de cinco pesos, que no parecía muy alto dada la importante inversión, pero argumentaba la crónica, un precio menor aumentaría la demanda y contribuiría al acercamiento entre los pueblos.
¿Cómo se veía el cielo del 25 de mayo de 1810?
El 25 de mayo de 1810 fue un día lluvioso. La lluvia también se prolongó durante la noche hasta tal punto que para iluminar la ciudad se tuvieron que abrir las puertas y las ventanas de las casas, y encender candelabros en los zaguanes y habitaciones. No obstante, por encima de aquella capa de nubes, había un cielo estrellado, que hacia el atardecer mostraba a Mercurio y a Venus yéndose por el Oeste. Por el Este, salía Saturno, debajo de Escorpio, para adueñarse de un protagonismo a lo largo de casi toda la noche, que sería re-emplazado, aunque parcialmente, por una Luna menguante aparecida alrededor de la 1:30 de la madrugada en la constelación de Piscis. Ese año tuvo lugar un eclipse de Luna, visible de forma parcial desde Buenos Aires. Fue el 28 de septiembre y duró unas dos horas y media.
Si bien por estas latitudes el estudio del cielo con instrumentos se inició formalmente en 1871 con Sarmiento y la creación del Observatorio Astronómico Nacional, ya en 1740 el jesuita Buenaventura Suárez, considerado el primer astrónomo argentino, escribió un Lunario con pronósticos para el siguiente siglo, que luego fueron confirmados. Por ejemplo, en el eclipse observado en 1816 por Vicente López y Planes y Bartolomé Muñoz. En 1822, con la creación de la Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas, se incrementaron las observaciones y se planteó la necesidad de establecer un observatorio que permitiera realizar cálculos astronómicos con exactitud, para así determinar “el primer meridiano que debe servir de término de comparación para la geografía del país”. Ese año, también se describió un eclipse de Luna, observado el 2 de agosto en la plazuela de Santo Domingo por “tres observadores con anteojos acromáticos y un sextante de metal, de Lenoir”. Felipe Senillosa y Manuel Moreno, entre otros, fueron estudiosos de estos fenómenos.
Si bien por estas latitudes el estudio del cielo con instrumentos se inició formalmente en 1871 con Sarmiento y la creación del Observatorio Astronómico Nacional, ya en 1740 el jesuita Buenaventura Suárez, considerado el primer astrónomo argentino, escribió un Lunario con pronósticos para el siguiente siglo, que luego fueron confirmados. Por ejemplo, en el eclipse observado en 1816 por Vicente López y Planes y Bartolomé Muñoz. En 1822, con la creación de la Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas, se incrementaron las observaciones y se planteó la necesidad de establecer un observatorio que permitiera realizar cálculos astronómicos con exactitud, para así determinar “el primer meridiano que debe servir de término de comparación para la geografía del país”. Ese año, también se describió un eclipse de Luna, observado el 2 de agosto en la plazuela de Santo Domingo por “tres observadores con anteojos acromáticos y un sextante de metal, de Lenoir”. Felipe Senillosa y Manuel Moreno, entre otros, fueron estudiosos de estos fenómenos.
Monumento de Garibaldi en Buenos Aires. Foto de Elena |
¿Cuáles eran los lugares de reunión?
Para pasear, la Alameda, y para conversar, los cafés. La Alameda se extendía unas tres cuadras por la ribera del Río al norte del Fuerte. En 1804, se limpió el lugar, se plantaron sauces, ombúes et naranjos, y se instalaron bancos y faroles. A partir de entonces, se convirtió en el paseo obligado. Los cafés, por su parte, eran los espacios donde se discutían los sucesos del día, circulaban los rumores, se concretaban amistades y se planeaban conquistas amorosas. El café de Marco – también llamado de Mallcos – tenía dos billares, lo que le daba categoría y atraía a los jóvenes, y en el de los Catalanes, los artistas anunciaban sus funciones.
Posteriormente, aparecieron el de la Comedia que también ofrecía buena comida y hasta el servicio de “envío a domicilio” (proporcionó la última cena a los condenados por el Motín de las Trenzas) y el de la Victoria que fue centro de reunión de gente mayor y adinerada.
¿A quién se denominó la Madre de la Patria?
A María Remedios del Valle, una guerrera – otra más – a la que el reconocimiento le dio la espalda. Era el año 1827, cuando el general Juan José Viamonte la reconoció en la puerta de una iglesia. No tardó en recordar su pasado: había combatido a los realistas como pocas, curó a decenas de soldados, fue valorada por su bravura en la guerra y por su abnegación en las marchas y los campamentos. Para los soldados patriotas era la Tía María. Para los oficiales, la Madre de la Patria. Pero en el momento en el que Viamonte la re-encontró, tan solo era una mendiga que intentaba sobrevivir.
Terminada la Guerra de la Independencia, con su marido y dos hijos muertos en el campo de batalla y un cuerpo doblegado por los castigos y las heridas, no tenía otro recurso. Nunca consiguió una pensión. Viamonte tardó cinco meses en que lo escucharan. Varios legisladores decían que de los excombatientes debía encargarse la Nación y no la provincia de Buenos Aires. Pero la insistencia de Viamonte logró conmover. Prometieron una biografía y un monumento a la Tía María, algo que jamás ocurrió. María recibió algunos sueldos que ayudaron a paliar su indigencia, pero no pagaron la vergüenza de este olvido.
¿Quiénes fueron las damas que donaron armas?
Algunas fiestas de compromiso fueron más originales que otras. Basta con recordar la de Angelita Castelli, celebrada la noche anterior a dar el sí a su prometido, Francisco Xavier de Igarzábal. El lugar elegido para la celebración había sido la casa de su queridísima aliada Remedios de Escalada. Allí, algo más de una decena de amigas decidieron pagar fusiles que estaban demorados en la Aduana porque el Gobierno no contaba con el dinero para retirarlos. Con minucia femenina cada fusil llevó una chapita que rezaba “yo armé el brazo de este valiente que aseguró su gloria y nuestra libertad”, junto al nombre de la donante. Entre las contribuyentes estaban Tomasa de la Quintana (en adelante, suegra de San Martín), Remedios de Escalada (entonces, novia de San Martín), María Eugenia de Escalada (espose de José de María), Nieves de Escalada (futura señora de Oromi), María de la Quintana (soltera y prima de las jóvenes Escalada), Ramona Esquivel y Aldao (mujer de Juan Boqui), Petrona Cárdenas (casada con un hermanastro de Saavedra), la célebre Mariquita Sánchez de Thompson, y, por supuesto, la novia.
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