Misceláneas de la Revolución argentina
¿Quién le ofreció un submarino a la Junta Grande?
Samuel William Taber tenía 30 años, provenía de una familia acomodada estadounidense y era muy creativo. Había llegado a Montevideo en diciembre de 1810 con aspiraciones de comerciante, pero la cause emancipadora lo hizo reflexionar. Él sería alguien muy útil del otro lado del Río de la Plata.
Consiguió una entrevista con miembros de la Junta Grande y allí mismo desplegó los planos de un submarino que había ideado y que serviría para atacar a la flota realista.
Era parecido a una tortuga marina, de madera, con un taladro en su proa para perforar el casco de los buques enemigos y colocarles explosivos. Taber se tenía fe, tanta que costeó los gastos del proyecto.
Con el diseño en marcha, viajó a Montevideo como espía para estudiar el poderío naval realista.
Acusado de sobornar a marinos españoles marchó preso. Lo liberaron dos meses después, y lo obligaron a volver a su país. Tarde para desechar sus ideales, bajó en Río de Janeiro y regresó ansioso para contar su plan a los miembros de la Junta: atacaría con su tortuga marina una fragata y un bergantín españoles usados como depósito de pólvora y amarrados en el puerto de Montevideo. Se trasladó a la Ensenada de Barragán con todo el equipamiento, ya que el bajo calado de las aguas del puerto de Buenos Aires hacía imposible sumergir el aparato.
Ensenada era el destino, pero las partes nunca llegaron. Antes cayó la Junta Grande, y a los miembros del Primer Triunvirato, la idea del ataque les pareció arriesgada. Taber murió en una estancia de Buenos Aires en 1813, y legó todos sus bienes a la Junta Revolucionaria. De los planos y las partes del submarino nada se sabe. Como si se los hubiera tragado el agua.
¿Quién fue Trinidad Guevara?
Fue la actriz más admirada del Río de la Plata a comienzos del siglo XIX. Nació en 1798 en Montevideo, donde debutó como actriz a los 13 años. A los 19, ya era la favorita del público porteños por sus actuaciones en el Coliseo. Sin embargo, por su condición de madre soltera debió enfrentar no pocos agravios. Y en 1821, fue protagonista de un episodio del que dio cuenta toda la ciudad el padre Francisco Castañeda publicó una nota en su periódico El Despertador Teofilantrópico Místico político, en la cual la tildó de “cloaca de vicios e inmundicias”, porque en una representación, la actriz llevaba en el cuello un camafeo con el retrato de su amante.
Aunque el clérigo omitió mencionar su nombre, todo Buenos Aires sabía que se trataba de un hombre casado, Manuel Bonifacio Gallardo, abogado, político y dueño de un periódico. Ella respondió a la afrenta mediante un volante y, durante varios días, los entredichos continuaron. Éstos se acallaron cuando la actriz reapareció en el teatro, luego de una breve interrupción en su trabajo, y fue aclamada por el público.
¿Qué técnica marcó el progreso en las artes gráficas argentinas?
La litografía, desarrollada por Luis Senfelder en 1796. En la segunda década del siglo XIX, algunos litógrafos europeos instalaron en Buenos Aires sus talleres de impresión de grabados con este adelanto tecnológico. Entre ellos se destacaron el francés Juan Bautista Douville, que en 1827 reprodujo la efigie del almirante Guillermo Brown con tanto éxito que tuvo que hacer una segunda tirada, y el ginebrino César Hipólito Bacle, en cuyo taller llegaron a trabajar una treintena de operarios. La técnica de la litografía fue utilizada por numerosos pintores de la época, algunos de ellos de renombre como artistas de pincel.
Juan Facundo Quiroga en 1831, según una litografía de César Hipólito Bacle |
¿Qué música clásica se interpretaba y se escuchaba?
En la última etapa colonial, en las tertulias se interpretaban partituras de autores clásicos de la época, como Haydn o Boccherini, - ejecutadas con clave o clavecín con acompañamiento de arpa, violín y flauta, y también valses y minués. Luego comenzó a utilizarse el piano y, a comienzos del siglo siguiente, el maestro de música se transformó en un personaje habitual en las familias pudientes, ya que las niñas estaban obligadas a saberlo interpretar, tuvieran o no vocación para ello.
En 1822 se creó la Escuela de Música y Canto de Juan Pedro Esnaola, entonces el más destacado compositor porteño. A sus clases, de costo de un cinco pesos por alumno, comenzaron a concurrir los jóvenes y las señoritas; ellas, a las 11 de la mañana y ellos, a los 5 de la tarde.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario