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domingo, 15 de abril de 2018

El virrey Sobremonte

¿Huía en verdad Sobremonte hacia Córdoba cuando los ingleses invadieron Buenos Aires en 1806?


En cierto modo, sí, porque no se detuvo hasta llegar a la estancia donde había enviado a su numerosa familia: su mujer, más una decena de hijos, y los caudales. Continuô con todo el cargamento hasta Luján, para luego seguir hasta Córdoba.

Pero no pretendía esconderse, sino cumplir su cometido: reunir tres mil hombres en 18 días y pegar la vuelta con el fin de recuperar Buenos Aires.

Fue el primer virrey depuesto por un Cabildo Abierto. Dos días después de reconquistar Buenos Aires, en una sesión con gritos desde la Plaza, invasión del recinto, golpes e insultos, se resolvió delegar el mando en el jefe de las Fuerzas Armadas, don Santiago de Liniers.

Cruce del Riachuelo por Beresford en la invasión inglesa de 1806, según un grabado anónimo

El Virrey muerto envenenado

¿Cuál de los Virreyes habría muerto envenenado?


El primer Virrey designado fue Pedro de Cevallos. Ocho años como teniente gobernador le bastaron para ganarse el respecto y la admiración de una Buenos Aires necesitada de políticos de buena estirpe. Fue el Virrey que le sugirió al Rey cómo demarcar el territorio.

Huérfano de padre desde los tres años, criado por su hermana mayor y una morena que supo querer como a una madre, su entereza se registra con claridad en la memoria emotiva de la época, leída en rasgos de humanidad entonces poco frecuentes.

El paludismo no pudo doblegar sus fuerzas al momento de combatir el contrabando y el juego por dinero. Impuso un régimen de multas para quienes arrojaran basura a la calle y se excedieran con los límites de velocidad (no había que superar el trote corto). Pero su afán por impartir el orden no lo salvó de su propio caos.

Doña María Luisa Pinto tenía casi treinta años y una belleza que lo hizo sucumbir frente al amor. Y es por esto que partió a España, luego de dejar su cargo ante al nombramiento de Vertiz, para casarse cuanto antes con la madre del niño por venir. Nunca alcanzó a ver al Rey ni a su propio hijo, bautizado con sus mismos nombres. Durante el trayecto, habría sido envenenado.

 
Un callejon del cementerio de La Recoleta. Foto de Elena

El virrey que combatió en la batalla de Trafalgar

¿Qué virrey combatió contra los ingleses en la batalla de Trafalgar?


Baltasar Hidalgo de Cisneros llegó en medio de una ovación repique de campanas, salva de cañones y aplausos de los vecinos eran música para su oído izquierdo (estaba sordo de derecho, secuela de la Batalla de Trafalgar, librada el 21 de octubre de 1805, entre las flotas franco-española y la británica).

Su mujer, desde Colonia, esperaba el visto bueno del marido para arribar a estas tierras, ya que don Baltasar no estaba convencido de que éste fuera un lugar seguro para ella.

Al final, parece que se convenció, ya que dos semanas más tarde llegó la virreina a estas tierras. Las coordenadas que este último Virrey debía cumplir eran : desintegrar la rebelde Junta de Montevideo, enviar a Liniers a España, desarmar los Cuerpos de Ejército criollos y poner en orden el Virreinato. Sólo desintegró la Junta de Montevideo y logró la sumisión de De Elío.

Nunca envió a Liniers a España, ni desarmó los Cuerpos criollos, ni consiguió poner orden. Sí, en cambio fue quien impuso la enseñanza primara obligatoria en el territorio y creó el periódico El Correo de Comercio.

A.A. Orlinski, Batalla de Trafalgar

Combate de San Lorenzo

Combate de San Lorenzo


¿Por qué estuvo a punto de fracasar el combate de San Lorenzo?


La disputa se libraba entre la caballería patriota et la infantería realista. San Martín se mantenía al resguardo con sus granaderos detrás del convento. El comandante dividió a sus 120 hombres en dos columnas, una a su mando y la otra, bajo la dirección de Justo Bermúdez.

A las cinco y media de la mañana del 3 de febrero de 1813, la columna de San Martín, de 60 hombres, partió a la carga e hizo frente a los 250 soldados realistas que marchaban formados. La columna de Bermúdez, con otros 60 granaderos, tenía instrucción de dar un pequeño rodeo (un semicírculo) para terminar envolviendo a los españoles, que debían quedar atrapados entre las dos columnas. El plan falló porque Bermúdez agrandó demasiado la vuelta. Una bayoneta derribó el caballo de San Martin, pocos metres antes de toparse con la primera línea enemiga. Su pierna quedó trabada debajo del caballo y si no hubiera sido por los soldados Juan Bautista Cabral y Juan Bautista Baigorria, quienes lo protegieron, otra hubiera sido la historia. Cabral recibió dos estocadas mortales. Los hombres de San Martín tuvieron que regresar al convento, reorganizarse y contratacar, en momentos que Bermúdez se presentaba en el campo de batalla para hostigar a los hombres de Antonio de Zabala, capitán de los realistas. De inmediato, reapareció la columna de San Martin y así dominaron al enemigo. Los realistas sorprendidos se replegaron protegidos por el fuego de los buques. Al no poder reagrupar las fuerzas realistas huyen hacia el Río de la Plata.

Resultado de la batalla de 15 minutos de duración: Realistas – 40 muertos, 15 prisioneros, 2 cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas y una bandera. Las fuerzas patriotas: 6 muertos y un prisionero.

¿Qué ocurrió 24 horas de después del combate de San Lorenzo?


El viento se resistía a soplar y los barcos enemigos podían partir apenas dos días después. Por ese motivo, al día siguiente de haberse enfrentado, el capitán realista Antonio de Zabala y el teniente-coronel José de San Martín, dejando a un lado las asperezas surgidas en el campo de batalla, vistieron uniformes de gala y se reunieron para compartir el gusto de una buena mesa. El pantalón del realista tenía una manche de sangre; el brazo derecho del futuro Libertador estaba inmovilizado porque se había dislocado en hombro en la caída. Desayunaron, conversaron distendidos, tomaron vino, almorzaron liviano y ambos durmieron la siesta en claustros del convento. Se despidieron con un abrazo y cada cual siguió su camino.

La batalla de Tucumán fue una de las luchas más importantes y originales que definieron la independencia.

Julio Fernández Viullanueva. Combate de San Lorenzo. Óleo sobre tela. 1890. Buenos Aires, medidas 99 X 70 cm.

 ¿Qué combate se perdió en el campo de batalla y se empató en un escritorio de campaña?


Había que sumar a los paraguayos a la Revolución. Pero los miembros de la Junta no tuvieron peor idea que encargarle esta empresa a José Espínola, muy poco querido en aquellas tierras. Asunción no quiso saber nada y fue así como Belgrano, junto con 1100 soldados, se vio obligado a dar batalla al margen del río Tacuarí, el 9 de marzo de 1811. Los 2500 guaraníes, al mando de Manuel Cabañas, necesitaron siete horas para triunfar. Sin embargo, Belgrano consiguió un armisticio para que la frontera dejara de ser un peligro para el Gobierno. Al final, empate.

¿Qué marcha irlandesa fue clave en la recuperación de la isla Marín García?


Un año después del triunfo de San Lorenzo era necesaria una fuerza naval que complementara a los ejércitos republicanos. Tres marinos extranjeros se disputaban el mando, ya que los criollos eran inexpertos.

El elegido para capturar la isla Martín García, en manos de los absolutistas, fue el irlandés Guillermo Brown. Iba a bordo de la Fragata Hércules, la nave capitana, que navegaba bien hasta que debido a una bajante, encalló. Los buques patriotas fracasaron en su rescate y la Fragata, quedó con muchos muertos y poca munición… Los bandos cesaron el fuego durante la noche. Los realistas no estaban mucho mejor. A la mañana, el río creció y la nave vivió une especie de resurrección. Cuando la suerte del ataque era incierta, la música hizo lo suyo. El gaitero interpretó St. Patrick’s Day in the Mornigg – la clásica canción del día de San Patricio, patrono de Irlanda -, que entusiasmó a los infantes, en su mayoría extranjeros. Fue la primera victoria de la escuadra.

Sepultados en Buenos Aires

Quiénes fueron sepultados en Buenos-Aires?


Además de Pedro Melo de Portugal, cuyo sepulcro está en el costado derecho del altar de San Juan Bautista, también fue sepultado en Buenos Aires, Joaquín del Pino. Este virrey presidió la inauguración de la Plaza de Toros en Retiro, autorizó la construcción de la Recova que dividía la Plaza de Mayo en dos y denunció a todo funcionario corrupto. A punto de cumplir tres años en sus funciones, se enfermó con tal gravedad que Benito Lué y Riega (obispo porteño) encabezó una procesión con otros treinta sacerdotes que partió desde la Catedral hasta la casa de don Joaquín.

Habrá sido la unción de los enfermos más multitudinaria de la historia. Dejó este mundo el 11 de abril de 1804, y fue el único de los once virreyes muerto en Buenos Aires. Sus restos fueron depositados en la Catedral Metropolitana, pero fueron removidos cuando se realizaron las obras en la cripta y ya no se sabe dónde están. Una de las hijas, Juana, se casó con Bernardino Rivadavia, el primer Presidente, convirtiéndose en la Primera Dama de la historia de la Argentina.

Por su parte, doña Rafaela de Vera y Pintado, viuda del Virrey en segundas nupcias, quien era una mujer muy estimada por los porteños, murió en 1816, ocho días antes de declararse la Independencia. Ese mismo día, y pese a tener a su marido sepultado en la Catedral, pidió disfrutar de su eterno descanso en la iglesia del Pilar. Y allí sigue, desde hace casi doscientos años.

 
Personajes sepultados en el cementerio de La Recoleta de Buenos Aires. Foto - Elena

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