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jueves, 12 de abril de 2018

Hechos curiosos - Argentina en el siglo 19

Hechos curiosos - Argentina en el siglo 19


¿Cómo fue la guerra de los peinados?


El modo en el que se usaba el cabello pasó a ser una cuestión de estado en la Guerra de la Independencia. Un raro peinado nuevo se había difundido de Norte a Sur entre la población femenina, sembrando inquietud política. Es que en la Villa de la Concepción de Río Cuarto (Córdoba), la Revolución no terminaba de convencer a muchos.

Las mujeres, simpatizantes del régimen absolutista, mostraban un look que hoy podría tildarse de flogger: raya muy hacia la izquierda y mucho pelo del lado opuesto, lo que hacía que parte de la cara quedara cubierta. El gobernador de esta provincia, Javier Díaz, prohibió la moda en agosto de 1816 y aplicó una multa de 50 pesos a quien osara lucir el estilo realista.

Pero en Río Cuarto, las damas no se doblegaron. Allí asumiría, en el mes de marzo, José Eugenio Flores como Teniente comandante de frontera. En la primera reunión se dio cuenta de cómo las rayas dividían partidos. Mientras que las realistas la llevaban a la izquierda; las patriotas, la ubicaban a la derecha. Tuvo algunos escollos, pero, finalmente, Flores convenció al gobernador, Máximo Castro, de imponer con dureza la multa a las mujeres floggers y fue así como la moda retornó, bajo otra ideología y sin multas, un par de siglos más tarde.

¿La dominación española tuvo acta de defunción?


Sí. En plena Revolución de 1810, Tomás Javier Comensoro era el cura de la antigua parroquia de Soriano, en la Banda Oriental. Hombre de ideas claras y palabras acaloradas. Por lo menos, así se lo puede percibir en los registros de su parroquia. Sin amedrentarse por la futura sanción que llegaría de la propia autoridad eclesiástica, escribió a fines de mayo, en los mismos registros donde figuraban muertos y nacimientos, una particular Acta de Defunción: “El día 25 de este mes de Mayo, expiró en esta Provincia del Río de la Plata la tiránica jurisdicción de los virreyes, la dominación déspota de la Península Española y el escandaloso influjo de todos los españoles. Se sancionó en la capital de Buenos Aires, por el voto unánime de todas las corporaciones reunidas en el Cabildo Abierto, une Junta Superior independiente de la Península y de toda otra dominación extranjera, bajo el solo nombre de don Fernando VII. De este modo, se sacudió el insoportable yugo de la más injusta y arbitraria dominación”.

Guerra de los peinados, dibujo antiguo


¿A qué parte del Cabildo llamaban “el callejón de Ibáñez”?


Pascual Ibáñez era el dueño de unas tierras en la costa de Vicente López. Para ingresar el casco de su estancia era necesario recorrer un estrecho camino (actual calle Meloo) rodeado por altos matorrales.

El Callejón de Ibáñez terminó convirtiéndose en la geografía ideal para que los ladrones se escondieran y robasen dinero, joyas y ropa. Aquel estrecho camino inspiró a bautizar la Recova o galería del Cabildo con el nombre de Callejón de Ibáñez. El edificio, de once arcadas, era más largo que ahora. Por ese “callejón” céntrico circulaban abogados, escribanos y funcionarios. El porqué de esta asociación guarda, para algunos, cierta ironía.

¿Qué actividad organizó San Martín para recaudar fondos?


El Gran Capitán programó una corrida de toros en Mendoza, con el objeto de reunir dinero para financiar la expedición a Chile. Entre los soldados que se animaron aquel 25 de mayo de 1816 estaban el capitán Lucio N. Mansilla y Juan Galo de Lavalle, quienes se destacaron como banderilleros.

El capitán Juan O’Brien era el encargado de soltar a los animales. Isidoro Suárez los enlazaría con destreza. Juan Apóstol Martínez, guerrero de los combates de la Independencia, estuvo entre los más vitoreados. Saltó al ruedo montando un furioso toro al que mató de un puñal en el cuello, y permaneció de pie mientras el animal caía desplomado. El éxito fue tan grande que las corridas duraron seis días. San Martín se regodeaba. “Con estos hombres venceremos:, expresó a viva voz. No se equivocaba.

Historias argentinas

Historias argentinas


¿Cuáles han sido algunos de los acontecimientos que tuvieron como escenario a la plaza de Mayo?


La Plaza de Mayo fue escenario de la revolución que dio lugar al nacimiento de la nueva nación.

La Plaza se encuentra hoy donde estuvo siempre, sólo que ahora, a la zona se la conoce como microcentro. La Plaza sufrió achiques y agrandamientos, pero siempre fue la principal contención de la vida ciudadana. En 1803, comenzó la construcción de la Recova, edificio responsable de dividir a la Plaza en mitades iguales. Frente al Cabildo estaba la Plaza Grande, llamada de la Victoria después de las invasiones inglesas. La otra, frente a la Casa de Gobierno, se llamó Plaza del Fuerte y de Armas, y también la Plaza del Mercado… Y más tarde, Plaza 25 de Mayo, nombre que quedó desde que Alvear demolió la Recova, en 1884. Los hechos más trascendentes de la Historia Argentina han transitado por estas esquinas. Allí culminaron la Reconquista y la Defensa de la ciudad, frente a los ingleses, en 1806 y 1807. También se convirtió en el escenario de la Revolución de Mayo de 1810, donde el pueblo de Buenos Aires juró la Independencia de la Patria en 1816 y de la Constitución Nacional, en 1860.

¿A qué se conoció como el hueco de las ánimas y dónde estaría hoy?


El espacio que actualmente ocupa el Banco Nación, esto es, la esquina de 25 de Mayo y Rivadavia, es una porción de tierra cargada de anécdotas. Podríamos decir que fue el terreno de los “primeros”: primera iglesia fundada por Juan de Garay (1527-1583), primer cementerio y primer baldío de la ciudad, conocido como hueco de las Ánimas. Más tarde, se convirtió en los subsuelos del primer Teatro Colón, donde se almacenaban toneladas de hielo (de allí salieron los primeros helados, en 1856). El primer piso, mientras tanto, se convirtió en la sede de la masonería. En ese mismo lugar, se levantó el Hotel Argentino, el mejor de la época y que pasó al recuerdo por haber tenido entre sus huéspedes al escritor José Hernández, quién terminó de escribir, allí mismo, la primera parte del poema nacional El gaucho Martín Fierro, en el año 1872. Lo que se conoció como el Hueco está ocupado hoy por la Caja del Tesoro Nacional del Banco de la Nación.

¿Dónde estaba ubicado el primer teatro Colón?


El primer teatro Colón fue erigido en la manzana que ocupa en la actualidad el Banco Nación, frente a la Plaza de Mayo, funcionó entre 1857 y 1888. Tenía intenciones de llamarse Coliseo Grande y su construcción, iniciada en 1804, también se vio dilatada por acontecimientos varios: segunda invasión inglesa (1807), muerte del arquitecto, un incendio y disenso político. Sin llegar a ser lo que debía, hizo las veces de cuartel de “candeleros” encargados de encender los faroles de la ciudad. Fue el ingeniero Carlos Pellegrini quien le dio el nombre de Teatro Cristóbal Colón. Tenía capacidad para 2.500 personas y 470 asientos de caoba. Fue abierto al público el 24 de abril de 1857 con la ópera La Traviata. Pero las condiciones de seguridad no eran las mejores y la falta de ventilación, el peligro de incendio y las malas condiciones sanitarias hicieron que, en 1888, las puertas se cerraron definitivamente. En la actual manzana compuesta por las calles Viamonte, Cerrito, Tucumán y Libertad, el Colón que conocemos hoy se reinauguraría el 25 de mayo de 1908 con la ópera Aída.

Cazuela del Teatro Colón, acuarela de Juan León Pallière

 ¿En qué se inspiró de Santa Coloma, el escritor del Monumento a Belgrano?


Apenas existían cuatro monumentos en Buenos Aires cuando se decidió llevar a cabo el correspondiente a Manuel Belgrano (1770-1820). Para eso se nombraron a dos escultores radicados en París: Albert Carrier Blleuse, un francés que se encargó de la figura del prócer, y el argentino Manuel de Santa Coloma, un exquisito escultor de fornidos caballos. Lo curioso es que la verdad sea dicha, se trataba de un argentino virtual. Es que Santa Coloma quien había nacido en Burdeos en 1826, adoptó la ciudadanía de nuestro país por tener un padre oriundo de estos pagos y nada más. No se conoce registro de su estadía en suelo porteño. Por ende, lo que ni vio lo imaginó. Y fue así como creó un magnífico corcel griego muy del estilo neoclásico de aquel tiempo, pero que poco y nada tenía que ver con los caballos criollos que montabas Belgrano en su época militar. La estatua ecuestre se inauguró en septiembre de 1873. Estaba unos 15 metros más al centre de la Plaza de Mayo y con su dedo, el General apuntaba hacia el Cabildo. Más tarde, la acercaron a la Casa Rosada y la giraron noventa grados. No será el reflejo del caballo criollo, pero sí el símbolo de una ecléctica Buenos Aires

Recurdos historicas

Recurdos historicas argentinos


¿Cómo vieron los pintores extranjeros la época?


Fueron los pintores extranjeros quienes, principalmente, reflejaron la sociedad argentina y los acontecimientos de las primeras décadas del siglo XIX. Aunque también hubo expresiones artísticas locales respecto de esta época, éstas estaban marcadas por la influencia de la ilustración imperante en Europa y, como forma de contrarrestar la influencia hispánica, dejaban a un lado la temática religiosa para dar paso a las escenas de costumbres.

Por eso vale la pena conocer, aunque sea superficialmente, la obra de estos viajeros. Emeric Essex Vidal fue un marino y acuarelista inglés que visitó Buenos Aires en 1816 y regresó en 1829, para recorrer, también, parte del país. Sus obras son un registro notable en lo relativo al ambiente e indumentaria de aquel momento.

Por esos años llegó a Buenos Aires, el ingeniero, arquitecto, retratista y litógrafo francés Carlos Enrique Pellegrini, contratado para hacerse cargo de varias obras públicas.

Al margen de estos trabajos, desplegó un gran talento de dibujante y pintor, y, además de convertirse en el retratista de moda de la década de 1830, pintó, con minuciosidad, lugares y escenas de la ciudad y el campo. Fue el padre de Carlos Enrique José Pellegrini, Presidente de la República argentina en 1890.

Otros artistas europeos que mostraron la cultura argentina fueron el naturalista y excelente dibujante y pintor francés Alcides Dessalines d’Orbigny; Mariano Rugendas, austríaco, que legó a la sociedad más de tres mil obras de sus viajes; el francés Juan Felipe Goulu y el suco José Guth.

¿Quiénes fueron los principales naturalistas?


El naturalista criollo más distinguido de la época fue, sin dudas, el presbítero uruguayo Dámaso Larrañaga, quien realizó sus estudios en Buenos Aires y Córdoba, y luego de eso mantuvo estrecha relación con otros dos grandes investigadores de la naturaleza, también clérigos: Bartolomé Muñoz, un español primo de Tomás Guido que se encontraba en el Río de la Plata durante los sucesos de 1810 y, desde entonces, abrazó la causa revolucionaria, y Saturnino Segurola, autor de numerosos textos sobre el tema.

Hubo otro trío de naturalistas destacables, viajeros europeos que,  casi en forma sucesiva, recorrieron el territorio argentino y realizaron importantes observaciones: el español Félix de Azara, que permaneció más de dos décadas, el austrohúngaro Tadeo Henke, integrante de la expedición de Alejandro Malaespina, en 1789, y Amadeo Bonpland, que llegó al Río de la Plata en 1817.


El capitán de navio Félix de Azara, retratado por Francisco de Goya

¿Había algún museo de ciencias?


En 1812, el Primer Triunvirato invitó a las provincias a que hicieran acopio de material de los reinos mineral, vegetal y animal de cada región para fundar un museo que los reuniera y conservara. La convocatoria, de una clara concepción centralista, no tuvo aceptación en las provincias y sólo en 1814, llegó la primera donación, por parte des presbítero Bartolomé Muñoz. Se trataba de una colección de crustáceos, muestras minerales, instrumental y una gran cantidad de ilustraciones de fauna y flora autóctona. Los objetos permanecieron en la Biblioteca Pública hasta 1826, cuando el Museo Público – antecedente del actual Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia - tuvo espacio propio en las celdas altas del convento de Santo Domingo.

Episodios de la historia de la Argentina

Episodios de la historia de la Argentina


¿A qué batalla recuerda el nombre de la porteña calle Florida?


La batalla de La Florida, librada en Santa Cruz, Bolivia, en 1814, en los márgenes del río Piraí, casi termina con la vida del prócer Antonio Álvarez de Arenales. Los bandos estaban al mando de José Joaquín Blanco (realista) y José Manuel Mercado (vanguardia patriota), alias “El Colorado”.

En la madrugada del 25 de mayo de 1814, Blanco atacó a las avanzadas de Mercado, que retrocedieron, tal como habían pensado, para incorporarse a la caballería de Warnes. No sin dificultades, Blanco intentó trasponer el río. Mientras tanto, Arenales ordenaba el contrataque con bayoneta y Warnes se lanzaba a un ataque furioso. Derrotadas las fuerzas de Blanco, retrocedieron hasta el pueblo para ofrecer resistencia. Warnes, que tenía sus asuntos pendientes con Blanco, lo retó al duelo. Montados en sus caballos, lucharon con la virulencia de los tiempos medievales. Blanco cayó muerto. Arenales, por su parte, enfrentó a solas lo quedaba de la caballería realista. Aunque mató con su espada a tres de ellos, fue dado por muerto con catorce heridas de lanza. Su cara despedazada y su cuerpo partido le valieron el apodo de “El Hachado”. Nadie creía que sobreviviría, pero gracias a los cuidados del médico y capellán, fray Justo Sarmiento, logró sobreponerse. Una cruenta batalla había sido ganada y el gobierno de Posadas dispuso que, en su honor, la famosa calle céntrica de la ciudad llevaría el nombre de Florida.

¿Qué ocurría en las fronteras en blancos y aborígenes?


Durante la segunda mitad del siglo XVIII, había vastas regiones de lo que sería la Argentina, que aún permanecían en poder de las poblaciones originarias, fuera de la jurisdicción de los colonizadores. Y las zonas fronterizas desarrollaron particulares formas de vida: aunque en ellas existían tiempos violentos, cuando estos pasaban, y se relajaban las tensiones, se convertían en espacios de interacción comercial entre las distintas culturas. Los fortines, más que lugares de separación, eran con frecuencia los ejes sobre los cuales se generaba el intercambio. Es que el comercio convenía a ambas sociedades y era intenso. La documentación de la época muestra que era habitual que pequeñas partidas de aborígenes llegaran a los poblados blancos a intercambiar sus mercaderías y que los mercaderes lo hicieran en las tolderías. Así, aquellos ofrecían cueros, artículos de talabartería, tejidos, plumas de avestruz y sal, y estos, objetos de hierro, telas livianas, azúcar y aguardiente. Las relaciones entre ambas sociedades adquirieron un carácter más aguerrido y conflictivo a medida que fue creciendo la competencia por las tierras y el ganado, especialmente, a partir de la década de 1820.
Patagones y aucas. Litografía de D’Orbigny y Lasalle.

¿Cómo eran las pulperías?


Eran el lugar de encuentro e intercambio por excelencia, no solamente par los criollos, sino también de indios y esclavos libertos. Además de ser almacenes de ramos generales, esos establecimientos tenían despacho de bebidas, donde los hombres se entretenían jugando a la taba, al sapo y a los naipes. Además, contaban con espacios destinados a las cuadreras, o carreras de caballo, a las riñas de gallos y al juego del pato. Allí, además, funcionaba el cambalache, el decir, el intercambio cotidiano de mercancías entre indios y blancos, del cual el pulpero obtenía no pocos beneficios.
 
Carlos Morel, Payada en una pulperia. Óleo sobre tela, Museo Nacional de Bellas Artes
 

¿Qué eran los saladeros?


Eran establecimientos donde se elaboraba el tasajo o charqui, es decir, trozos de carne secada y conservada con sal, con la que se alimentaban principalmente los esclavos. Esta técnica se utilizaba ya en la colonia, como forma de aprovechar algo más de los animales sacrificados, aunque cuando la sal se importaba de España, no era un proceso rentable. Luego de los episodios de Mayo, cuando ya se podía asegurar el abastecimiento de sal des las Salinas Grandes, las medidas de la Junta fomentaron la exportación de tasajo a las regiones que tenían mayoría de mano de obra esclava. Entonces, los ganaderos encontraron así nuevas posibilidades comerciales e industriales. Allí se instalaban mataderos y saladeros que, paulatinamente, fueron incorporando nuevas técnicas en la faena y el aprovechamiento de los animales. Los principales aportes en este sentido provinieron del químico francés Antonio Cambaceres, que se radicó en Buenos Aires en 1829 Las exportaciones pasaron de 87 mil quintales de tasajo, en 1822, a casi 180 mil, en 1837, y más de 500 mil, a mediados del siglo. La industria fue declinando en función del ocaso del mercado esclavista.

Carlos Enrique Pellegrini, el Saladero, aquarela

miércoles, 11 de abril de 2018

Historia de la Argentina (episodios)

Historia de la Argentina (episodios)


¿Quién fue la creadora de la bandera?


El 19 de febrero de 1812, Manuel Belgrano se asomó al pequeño poblado Villa del Rosario sin saber, por aquellos días, que estaría convirtiendo a ese sitio en la ciudad patriótica por excelencia. Dada la aceptación que tuvo su escarapela azul-celeste y blanca en el Triunvirato, decidió hacer una bandera representativa de la Provincias Unidas del Río de la Plata. Entonces, se acercó hasta la casa de su amigo Vicente Anastasio Echeverría, el único rosarino que estuvo en el Cabildo Abierto de 1810, para comentarle la idea. Allí se encontraba su hermana, María Catalina Echeverría de Vidal, quien no dudó en ofrecerse a confeccionar el símbolo patrio. Se cree que estaba compuesta por dos franjas: una blanca y otra celeste, sin otro agregado, cumpliendo así con el sueño de Belgrano.

Flameó por primera vez el 27 de febrero de 1812, a orillas del río Paraná. Más tarde, Catalina se mudaría a San Lorenzo, a una casa cercana al histórico Convento de San Carlos, donde descansan sus restos, desde el 18 de julio de 1866.

¿Cuál era el lugar que recibía a “mujeres en penitencia”?


La Casa de ejercicios Espirituales, inaugurada en 1799 en las actuales avenidas Independencia y Lima, que hoy es el edificio mejor conservado entre los más antiguos de Buenos Aires. En aquellos tiempos, tenía une función primaria: era el lugar donde iban a parar no sólo las hijas descarriadas, sino también las esposas, cuyos maridos las acusaban por cualquier motivo, desde infidelidad hasta problemas de convivencia.

 Allí mandaron a Mariquita Sánchez sus desesperados padres – en 1801 -, con la ilusión de que se le pasara la fiebre de amor hacia su primo Martín Thompson. Estéril esfuerzo. Tiempo después, el virrey Sobremonte aprobó el pedido de la damita en pos de su amor y reputación.

Fuerte de Buenos Aires, acuarela de Emerc Essex Vidal

Una de las esposas de los miembros de la Primera Junta estaba embarazada. ¿De quién se trataba?

Para el 25 de mayo de 1810, Saturnina Otárola, segunda mujer de Cornelio Saavedra, estaba embarazada de siete meses. La enemistad de su marido con Mariano Moreno se hizo extensiva entre esposas, tanto que no tardó en difundirse el mote de “gata flaca” impuesto por Guadalupe Cuenca de Moreno hacia la parturienta. La guerra estaba declarada. Sin embargo, hubo un hecho que desconcertó a los charlatanes de la época. El 15 de agosto nacía Mariano Saavedra. ¿El nombre del enemigo a un hijo? ¿Sus padres habrían enloquecido? Nada de eso. Es que ese día, el cristianismo celebra la Asunción de la Virgen María, y era común que al pequeño se lo bautizara con el nombre María o Mariano. No sabemos si les habrá gustado la idea, pero que la tradición fue cumplida, seguro.

¿Qué edificación se levantaba donde hoy está situada la Casa de gobierno?


Fue Juan de Caray quien echó los cimientos del primer Fuerte. Utilizado por las autoridades coloniales hasta 1810, y por los patriotas (salvo durante el gobierno de Rosas), el Fuerte de Don Juan Baltazar de Austria o real Fortaleza de San Juan sirvió para defensa de ataques de piratas y posibles invasiones portuguesas. Era un reducto de líneas simples, casi cuadrado, rodeado por una muralla de defensa, con cuatro bastiones y un foso inundable. En 1867, un par de incendios dejó el edificio en muy malas condiciones. Durante la presidencia de Domingo F. Sarmiento (1811-1888), intentaron remozarlo, rodeando de jardines y pintando su fachada de rosa, color que le dio la fama de Casa Rosada.

En 1882, Julio A. Roca (1843-1914) demolió la primitiva Casa y, con ésta, el último recuerdo del Fuerte. Allí mismo, sin embargo, mandó construir el definitivo Palacio del Gobierno (esquina de Balcarce y Rivadavia), de estructura similar al vecino Palacio de Correos. Ambos edificios se unieron en 1886 mediante el pórtico que actualmente es la entrada a la Casa Rosada. En 1941, fue declarada Monumento Histórico. Hoy, en su Museo pueden observarse algunos muros y una tronera que alguna vez supo ser del Fuerte.

Calle de la Catedral, acuarela de Carlos Enrique Pellegrini

¿En qué año se inició la construcción de la catedral de Buenos Aires?


Grietas, derrumbes, deterioros, falta de dinero signaron lo que también sería declarado Monumento Histórico, esta vez, en 1942. Desde que el obispo Fray Alonso Guerra inició la construcción de la primera capilla en 1585, cinco fueron las catedrales que nacieron, siempre en el mismo terreno. Varias de ellas terminaron, literalmente, desplomadas. A partir de 1770 se sucedieron sólo demoliciones parciales: las grietas en la cúpula hacían que la iglesia “llorara” por todas partes; más tarde, el pórtico no concordaba con las proporciones del edificio, ni las torres coincidían con el estilo del tempo. Finalmente, fue consagrada en 1804, por el último obispo de la era hispánica, Don Benito de Lué y Riega, quien le agregó el frontis y las torres. Frente a la Plaza de Mayo, en la calle Rivadavia esquina San Martín, nuestra hoy sólida Catedral Metropolitana conserva los restos del General don José de San Martín (1778 – 1850).


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